El Año Más Violento (2014)

A Most Violent Year

Por José Luis Vázquez

0/10

14.04.2015

Coinciden muchos colegas y yo coincido con ellos en que el extraordinario cineasta Sidney Lumet (VEREDICTO FINAL, EL PRÍNCIPE DE LA CIUDAD, SERPICO) ha revivido, se ha reencarnado en la persona de J. C. Chandor y, más en concreto, en su último trabajo, A MOST VIOLENT YEAR , o sea EL AÑO MÁS VIOLENTO.

Chandor es un cineasta estadounidense que con tan solo tres trabajos en su filmografía (el tremendo e incisivo MARGIN CALL y el meritorio y nada efectista, nunca lo es su forma de filmar, CUANDO TODO ESTÁ PERDIDO, más éste claro) se está consolidando como uno de los más sólidos con los que cuenta la mayor industria cinematográfica del mundo. Y tiene mérito, porque la competencia y calidad es abundante.

En esta ocasión, su historia –también es guionista- transcurre en uno de los inviernos más crudos, climatológica y criminalmente, vividos en la ciudad de Nueva York, el de 1981. De hecho, está considerado estadísticamente, como el más peligroso que ha vivido la ciudad en los tiempos modernos. Por tanto, asesinatos, corruptelas y decadencia se encontraban a la orden del día y solían entremezclarse en cócteles  explosivos… o implosivos.

Una época en la que gobernaba clamorosamente Ronald Reagan y en la que comenzaron a ponerse los cimientos que derivarían en lo que contaba el primer largometraje de su autor, la crisis de Lehman Brothers, la depravación del sistema capitalista.

En medio de estos epicentros, un tipo legal, todavía de firmes y honradas convicciones, Abel Morales (de nuevo espléndido el más que consolidado Oscar Isaac, el espléndido protagonista de A PROPÓSITO DE LLEWYN DAVIS o de EX_MACHINA) que se niega a ceder ante la mugre pero con el que no tengo claro en qué le puede llegar a convertir ese referido sistema en el futuro. Esta película tiene, además, la rara cualidad de dejar preguntas en el aire, plantear varias incertidumbres..

Pero esas convicciones aquí ya se verán tambaleadas, puestas muy a prueba. Su consorte, la ambiciosa Anna, una integrada sin escrúpulos ya en la escalada arribista, en un nuevo recital de esa actriz perturbadora, camaleónica y de talento insultante llamada Jessica Chastain, no contribuirá precisamente a ponérselo nada fácil.

Da gusto volver a ver en estos tiempos una forma de narrar con la cámara que no transige a la estética de videoclip y que traza con mimo y brillantez a sus personajes, admirablemente densa y compleja. Que se toma su tiempo para contar cosas pero qué y cuántas cosas de fondo. Que muestra los recovecos más realistas y menos complacientes del ser humano, de los detentadores del poder y de sus mecanismos más sutiles.

Servido mediante una fotografía que nos retrotrae igualmente a épocas pasadas por la utilización de colores fríos y textura seca. Y es que esta es una película no solamente de ejemplar puesta en escena, de texto, sino atmosférica. Hasta Isaac se da un aire, abrigo incluido, al Pacino de cualquiera de las dos partes de las imprescindibles EL PADRINO. También en aquella el joven Michael Corleone comenzaba su trayectoria existencial henchida de ideales, legalidad y buenas proposiciones… El resto de la historia muchos ya la conocen.  

Lo que me pregunto es si este tipo de cine de ecos clásicos, que plantea dilemas morales, de puesta en escena rigurosa, inteligente, impecable y precisa (un ejemplo: la manera en que está resuelta la secuencia de la persecución) puede tener predicamento en este tiempo de divergentes, llantas voladoras  y demasiado ruido.

No puedo evitar preguntarme a qué porción de espectadores, sobre todo jóvenes, puede interesar. Será que ya me he hecho mayor y no acabo de cabalgar en esta época, tal como les sucedía a los viejos pistoleros de la inolvidable DUELO EN LA ALTA SIERRA. Pero no hay que cejar, lo bueno, lo talentoso seguro que permanecerá intachable. Como esta película que se toma su tiempo para contar admirable y justamente lo que quiere.

Magnífica. Huyan quienes busquen el estruendo o no les gusten los tonos envolventemente quedos.